La creación artística es considerada habitualmente como emanación del espíritu, del talento o del genio individual de un artista determinado. Hablamos de las pinturas de Velázquez, Picasso o Leonardo; de la música de Bach, Mozart o Beethoven, del David de Miguel Ángel o del discóbolo de Mirón.
Sin duda es la persona la que experimenta el acto creativo, pero en muchos casos éste se sumerge en una obra de un nivel superior al individual y podemos hablar de una auténtica creación colectiva.
En ocasiones descubrimos “colaboraciones” entre dos personas que han vivido distintas épocas históricas considerándose el artista posterior como un continuador o transformador de la obra del primero. El famoso Ave María de Schubert se interpreta sobre un preludio de Bach, Picasso pintó la Meninas de Velázquez, y así hay numerosos ejemplos.
La obra de Rodolfo Navarro, pintor y escultor valenciano, se basa en la interacción entre su propia creación y la que existe previamente a la que utiliza como marco arquitectónico y la transforma temporalmente para darle otra visión.
La fusión de la piedra de la Gran Muralla China con su pintura ha sido su obra más destacada ya que nunca antes se había utilizado este monumento como objeto integrado en una creación artística.En su libro “el Cuadro sin sombra” relata Navarro todo el proceso de elaboración de la obra de más de 1000 m2 asi como sus peripecias con las autoridades chinas para la obtención de los permisos correspondientes.
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