La historia de la humanidad es la historia de la violencia. En todas las épocas sin excepción se ha verificado el dicho de que “el hombre es un lobo para el hombre”.
El arte es una de las formas más eficaces de transmisión de esa indignación que nos provocan los crímenes que han sufrido los pueblos.
En ocasiones es más efectivo en esta misión que ver directamente o incluso presenciar una secuencia real violenta.
El Guernika de Picasso o los fusilamientos del dos de Mayo de Goya son claro ejemplos de ello.
Hoy las noticias de los horrendos asesinatos que el narco tráfico comete en México se asoman por nuestros medios de comunicación cotidianamente y el sobrecogimiento que inicialmente producen se va amortiguando poco a poco debido a su carácter habitual.
Sería necesario un Diego Ribera actual que llamara dramáticamente la atención con sus pinturas sobre la situación que se vive por ejemplo en Ciudad Juarez.
Este pintor supo comunicar como ningún otro el dolor que su pueblo sentía por los atropellos producidos en la conquista de su país.
Sin entrar en valoraciones históricas recogemos sus cuadros más famosos como un simple grito del artista ante la barbarie.
Nada menos que en el Palacio Nacional de México se encuentran sus murales que ya forman parte de la memoria colectiva de esa nación.
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