miércoles, 20 de octubre de 2010

La muerte como arte




Resulta complicado acotar hasta qué punto una “obra” es arte o no. El otro día salió una noticia en la que se contaba como un hombre, al que llamaban artista, había utilizado mil grillos vivos para hacer un cuadro llamado Zorba. Los insectos fueron pegados al lienzo y agonizaban hasta la muerte durante todo el día. Resultaba estremecedor el ruido y los movimientos de los grillos, hasta el punto que una de las asistentes a la exposición llevó un bote mata insectos para acabar con su dolor.
Ismael Alabado es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca y diplomado por la academia de Bellas Artes de Milán, sin embargo, a mis ojos este madrileño no es más que un maltratador de animales que utiliza como excusa a sus actos la palabra arte. La Sociedad Zoológica de Extremadura se ha unido también a esta crítica, calificando como “auténtica vergüenza” la instalación, y finalmente se logró la clausura de la exposición ese mismo día.
No conocer los límites de lo que se puede y lo que no se puede hacer, junto con el apoyo de galerías como Habana Espacio Libre, que se escudan en el arte libre y la lucha contra la censura, dan lugar a esta mezcla explosiva que sin ninguna duda traspasa cualquier tipo de justificación. El colmo es escuchar como Ismael Alabado dice que “En un principio pensaba colocar cucarachas y no grillos, pero es que las cucarachas me salían más caras”, increíble como decidir sobre la vida y la muerte de un ser puede salir tan barato.
Claro está que el objetivo de este sujeto, crear polémica en torno a la idea de lo transitorio de la existencia, está más que conseguido. La pregunta es hasta qué punto estamos dispuestos a decidir sobre la vida de los seres vivos para plasmar nuestras ideas. En sus palabras encontramos la siguiente explicación: “Lo que busco es que el espectador entienda que igual que los grillos están pegados, él está pegado a unas reglas sociales, al mundo, sin ser consciente de todo lo que se está terminando en cada instante”. Puedo imaginarme que si fuese él el pegado a un lienzo, agonizando hasta la muerte, la forma de plasmar la idea le resultaría demasiado gráfica.
Qué fácil es hablar de que cada día es el principio del fin cuando por supuesto no es de su propio fin del que se está hablando. Y mejor aún su desconsideración a la vida de estos grillos, de los que dice que “no sufren porque no están capacitados para ello”, algo que seguro comprendió que le decían los grillos en sus sonoros ruidos hasta la muerte.
Fuentes:

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