Weblog de apoyo de la asignatura Estética y Dirección de Arte. Prof. Ángel Fernández.
sábado, 20 de noviembre de 2010
Hatsune Miku y las estrellas virtuales
El mundo del arte se encuentra en una constante renovación, y por tanto la música, que se encuentra englobada en él, no se queda atrás. Muy lejos parecen ya quedar las películas de finales de los ochenta en las que se fantaseaba con viajes en el tiempo y coches voladores. Los mundos de alta tecnología con los que se soñaban, son hoy día más una realidad palpable que una utopía.
En Japón, niños y mayores abarrotan estadios, cantan, gritan y bailan al son de Hatsune Miku, un holograma. Sí, el arte es así, versátil y excepcional, y las razones por las cuales interesa a la gente o no, son igual de excepcionales y misteriosas.
Hatsune Miku tiene el aspecto de una adolescente sacada de un comic manga, luce dos coletas de color azul y posee una voz que nada tiene que envidiarle a las estrellas del pop adolescente americanas. La empresa Crypton Media dio a luz a Hatsune aproximadamente hace tres años. Vocaloid es el software que hace que pueda cantar sintetizando letras y melodía en sus canciones. Aunque en Japón nacen las ideas más revolucionarias, en este caso fueron primero desarrolladas en la Universidad Pompeu Fabra de Cataluña, y más tarde se vendieron a Yamaha. Hatsune canta, pero también baila y se mueve por todo el escenario gracias a técnicas de animación 3D Y CGI que se usan en videojuegos y en películas.
Una de las causas del éxito de Hatsune es que gracias al software que utiliza, cualquiera desde casa puede hacerla cantar, en cualquier idioma, y es por eso que Youtube está llena de videos de Hatsune haciendo versiones y atreviéndose hasta con los Beatles.
A mí, personalmente, el fenómeno de Hatsune me recuerda a un ejemplo en la ficción. En el año 2002, la película “Simone”, protagonizada por el legendario Al Pacino, nos planteaba una situación similar. Al Pacino interpreta a un director de cine que pasa una mala racha y que decide utilizar un programa informático para crear una actriz virtual para una de sus películas, Simone. El personaje adquiere tanta popularidad que decide usarlo para otras películas y acaba convirtiéndose en un fenómeno de masas. Simone saca también un disco, y el personaje de Pacino decide crear un holograma que pueda ofrecer conciertos para poder seguir con el engaño.
Prácticamente se trata de una situación idéntica a la de Hatsune, solo que sus fans desde el principio asumen que se trata de un personaje virtual y eso no les impide seguirla allá donde vaya.
No se trata de un caso aislado en Japón. El grupo Gorillaz, conocido internacionalmente, hace algo parecido. Nació en el año 1998 (sí, ¡en el milenio pasado!) y tras el proyecto se encuentran Damon Albarn, el líder del grupo británico Blur, y Jamie Hewlett, creador de cómics. La diferencia principal con Hatsune es que tras Gorillaz encontramos músicos reales, y sus álter egos, son los personajes virtuales. Murdoc, Noodle, Russel y 2D, son la imagen del grupo a nivel de publicidad, portadas, carteles, y cómo no, conciertos, en los que también se usan hologramas.
Viendo éstos casos, en el que miles de personas son capaces de desplazarse y gastar dinero por ver hologramas encima de un escenario, se abre una nueva veda en el mundo del arte muy fácil de explotar. Quizá, no en un futuro muy lejano, grupos como los Rolling Stones crearán la versión de sí mismos en hologramas virtuales y sus fans podrán verlos al mismo tiempo en escenarios de todo el mundo…
¿Cómo podemos estar seguros de que algunos no lo hacen ya? La distancia del escenario con el público ahora parece más que sospechosa… La tecnología se entrelaza con el mundo del arte de una forma casi espelúznate.
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