domingo, 21 de noviembre de 2010

La belleza al extremo



En el Diccionario de la Real Academia Española se define culturismo como la práctica de ejercicios gimnásticos encaminada al excesivo desarrollo de los músculos. Se trata de una lucha constante por alcanzar lo estético hasta un punto extremo en el que, por cierto, se pierde la apariencia estética. En cierto modo recuerda a la definición griega de belleza, puesto que busca la mayor definición y simetría posible en cada músculo. Las primeras referencias históricas que se encuentran de este fenómeno que ha resurgido en nuestros tiempos son de la Grecia Clásica. Los culturistas no tienen más que fijarse en figuras escultóricas como la de Hércules, a quien se refieren siempre a la hora de hablar de su evolución.

El “ideal griego” fue traído a la modernidad por el atleta Eugen Shadow, y explotado al límite por, entre otros, el ahora gobernador de California, Arnold Schwarzenegger. La valoración máxima a alcanzar por los culturistas es la de Mr. Olympia en la que los cánones a seguir, al igual que en la belleza clásica, están definidos con exactitud. No existe valoración subjetiva en este tipo de belleza, se trata únicamente y cumplir los requisitos marcados.

Walter Benjamin decía que toda obra surge a partir de un culto y, aunque en este caso no estemos hablando de una obra como tal, es verdad que se puede hablar de una motivación casi religiosa hacia el cuerpo. Se da una apariencia plastificada y los cuerpos recuerdan más a un muñeco que a un ser humano de carne y hueso. En mi opinión la estética es en gran medida equilibrio, por lo que los extremos no tienen cabida como algo estéticamente bello. Tanto una persona anoréxica como una persona culturista tiene un desequilibrio físico incompatible con la belleza actual. Por suerte hay gustos para todo, y remitiéndome a Kant salgo de este complicado terreno alegando la subjetividad de la belleza.

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